Hizo un inciso, por un momento pensó que podría decir todo lo que se le amontonaba en la mente, como si de una ametralladora se tratara, soltarlo de una vez, y liberarse de la cantidad de palabras que poco a poco se habían ido convirtiendo en frases y estas a su vez en sentimientos.
Pero al mirarle al ojos y ver en su profundidad lo desvalido que era, apretó una vez más los puños y calló. Le abrazó, rozó con su manos su mejilla y le brindo la más grande y mejor de sus sonrisas, él como asintiendo la devolvió un beso. Resuelta dio media vuelta, y se alejo, como el que huye de si mismo. Sus ojos nuevamente humecidos, arrasados por la tristeza, cuanto de amargura, cuantas soledades, para ella sola. Respiró profundamente, lleno sus pulmones de energía y su cuerpo de voluntad, abrió la puerta y agarró con brío y bravura el nuevo día.