martes, 1 de noviembre de 2011

La sonrisa suave.

Quedamos envueltos en el aire, empaquetados con briznas de vientos que suave y ligeramente nos acariciaban, tuvimos la sensación de lejanía a sabiendas que los lazos que nos unían jamas habían sido tan fuertes y resistentes. Jugamos a ser hidalgos de otro tiempo y tuvimos por compañeros escudos y lanzas, aguantamos las embestidas en las almenas de los castillos que aun estaban por derruir. No nos importó la lluvia, no pudieron sacarnos de nuestra aventura, las noches gélidas de invierno en las que no íbamos provistos de ropa, permanecimos inmóviles, impertérritos ante un tiempo que se nos anunciaba maravilloso. Los momentos pasaron frente y por delante de nosotros, pero ninguno quedó, pasó como las aves, como el agua al río, como pasan las cosas irreverentes, sin dejar nada, sin dejar huella. Sólo tu mirada clavada en mis ojos, la sonrisa suave y mi mano sujetando la tuya.