miércoles, 19 de agosto de 2009

Arroyo de vida

Ayer martes, he llevado a cabo mi paseo matutino, ya casi legendario, pongo especial atención en la ropa que voy a vestir, quiero algo cómodo y fresco, una nunca sabe a donde irán encaminados sus pasos. Desayuno, cierro la puerta sigilosamente, y doy comienzo a mi excusión.
En el primer cruce de caminos cojo el de la izquierda, me apetece enormemente bajar al arroyo, me acerco a la orilla, me siento recostando mi espalda en una piedra roma, cerca de la acacia grande. Despacio, me descalzo y meto suavemente los pies en el agua, ¡ huy !, un escalofrío recorre mi cuerpo al notar la frialdad , de repente un gran bienestar me va llenando poco a poco de paz. Una vez instalada cierro los ojos y miro en mi interior me pasan las imagenes esenciales la la vida...
La luz de la primavera, la risa de un niño.
El canto de un pájaro, el saltar del arroyo.
La savia de los árboles, el ondular del mar.
El día y la noche, la calma y el silencio.
El vivir y el morir, el ser hombre en la tierra.
Me parece fantástico el latir de mi corazón, ciento tres mil veces al día, por las buenas, gratis, es increíble.
Puedo respirar veinte mil veces cada día y nunca me presentaran una factura por los ciento treinta y siete mil metros cúbicos de aire que necesito para ello.
Entonces pienso en las cosas gratuitas, solo puedo disponer de ellas así, sin mas, que afortunada soy. Llego a la conclusión de que yo misma soy fantástica, y que por lo tanto, para mi como para todos, hay escrito un amor en el sol, en la luna, las estrellas y en toda la naturaleza.
Estoy entusiasmada por la vida, por toda la vida, lejos de las cosas caras y muertas que no necesito, que solo sirven a mi estatus y me frustan. Retorno a mi misma y a mi propio ritmo vital, mi ritmo de vida natural. Sé que estoy condicionada por la serenidad del lugar pero quiero permanercer con los ojos cerrados, y continuar en mi nuevo estilo de vida ahora que me libré de lo que la vida en realidad es.