miércoles, 5 de agosto de 2009

El ciprés


En lo alto del cerro, donde la loma alcanza su plenitud, se dibuja alta, esbelta la figura del ciprés, ingrávido a las miradas, doblegado y mecido aveces por los azotes del viento. Si te paras detenidamente y lo observas, da la sensacion de ser un espigado y alto caballero, de esos de primeros de siglo con bastón y sombrero.

Inmóvil permanece como si le hubieran hecho el encargo de que vigile el valle, amarillo y amplio, semejando la alfombra por la que él estirado y altanero paseara. No hay nada que le haga sombra, parece que con su afilada copa como si de una pluma se tratara hiciese cosquillas al cielo y este le corresponde soltando multitud de nubecitas simulando ser las carcajadas. El sol envidioso de tanta alegría no puede remediarlo y se une al paisaje haciendo llegar a modo de lazos sus preciosos rayos. Los lienzos que la naturaleza en ocasiones crea, son obras de arte cuyo valor es incalculable.