viernes, 15 de enero de 2010

Marca el compás

En tu rostro el deseo era un discípulo maldito, un pedazo no encontrado de partículas sin miedo, reflejos de algo prohibido, cantos sin música, amor sin sexo. No hace falta poner un nombre a la compañía, si se es el poeta que susurra los pecados y se tiene una vida de ficción o de cuento de hadas. El lugar que mas belleza tiene es una bóveda iluminada donde penden las musas, donde se piensa sin malicia ninguna, se entremezcla felicidad con tragedia y se abrazan intimidad con melancolía, las risas son pasajeras. El idilio cubre las ansias, suspira, calla, suspira, canciones, melodías, yo entre ellas, no hay instintos mezquinos que roben la inteligencia. Un suspiro cuelga de la pared enmarcando sin más la añoranza del ayer. Ahora pierde la herida la sangre y marca el compás.